Entresacando algunos datos más sobre la historia de la Virgen de
Criptana, encontramos hoy en las páginas de la ya desaparecida publicación
parroquial EFFETA n. 35, correspondiente a junio de 1996, unos ligeros datos
sobre la tracición-costubre de la Familia Piadosa, que suele pagar los gastos
de la Función del día de la Virgen. Y que también da nombre a ciertas
dependencias del Santuario situadas junto a la Sacristía y apodadas como;
¨las Habitaciones de la Piadosa¨ (piadosa familia que paga la función). Al
igual que también existen las habitaciones de la Celosa (celosa hermandad que
cuida la virgen), que en otra ocasión hablaremos de ellas.
Leamos pues este escrito de D. Joaquín García
Reíllo:
Fotografía ESCOBAR Fondo JCCM |
En la historia de nuestra villa, que redactó el entonces
prior de los carmelitas de está, Fray Diego de Jesús, a mediados del S. XVIII,
dice entre otras cosas que allá por el año de 1546 asoló a esta comarca una
gran plaga de langosta de la que el termino de la Villa se vio indemne gracias
a la protección de MARIA Santísima de Criptana, a la que le Ayuntamiento, en el
nombre de los vecinos acudió en amparo.
En vista de ello el propio Ayuntamiento se obligó, mediante
voto, el día 25 de diciembre de 1546, para celebrar una función solemne el día
29 de marzo de cada año, festividad de la encarnación (sic), nombre al que por
entonces se designaba a la virgen de nuestro pueblo. Acudiendo obligatoriamente
a dicha función el propio Ayuntamiento, así como un vecino mayor de quince años
en representación de cada familia por aquel entonces empadronada.
Llegando en el tiempo a 1802, año de suma penuria al igual
que el anterior y posterior, el domingo de pascua de este año, el señor cura párroco
a la sazón Don Rafael María Vélez, anuncio desde el púlpito en la misa mayor, que
debido a la penosa situación económica por la que atravesaba la Villa no había persona
que costease dicha función, ya que el Ayuntamiento hacía mucho tiempo había dejado
de cumplir esa promesa y los mayordomos de la Hermandad que sucesivamente y
a sus expensas les había sustituido en
dicha carga también habían dejado de costearla.
Movido en la conciencia un feligrés llamado Francisco Flores
de Lerino. Hombre de alendradas virtudes cristianas, recabo al término del acto
litúrgico del mencionado párroco, que para que esto no volviese a ocurrir se
obligaba él y obligaría en conciencia a los que de él descendieran para que la costeasen
en lo sucesivo.
Esta tradición se ha mantenido por la familia hasta la
actualidad, durante casi doscientos años con el beneplácito de la jerarquía eclesiástica,
como lo demuestran los documentos que obran en poder de la misma, con el gesto
encomiable de que no lo tienen por presunción, sino por devoción entrañable a
nuestra excelsa patrona, habiéndose dado el caso de que en alguna ocasión algún
miembro de la familia encontrándose carente de los medios económicos necesarios
llegó a pedir limosna para tal fin.
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